viernes, 10 de septiembre de 2010

MANIFIESTO PARA AMBIENTALIZAR LA VIDA

 Amanecer desde la crisis


La región del Litoral con epicentro en Rosario se inscribe en las más lúcidas páginas  del alma popular. El linaje de este lugar tiene escrita una larga historia vinculada a la construcción y conocimiento de la cultura popular, de un entrañable humanismo revestido de sueños incluyentes, como el de reimaginar otro mundo desde la construcción  de un saber con aromas a saber ambiental.

En los pliegues del ser regional se encuentran labrados sentidos -que afloran como magmas propiciatorios- para rediseñar instrumentos conceptuales que deslegitimen definitivamente las ordenanzas escritas  por el talante depredador y positivista de  la frívola ciencia de la modernidad, porque también en Rosario, en la región, en el Litoral y más allá se encuentran las marcas insustentables de un conocimiento mecanicista que arrasa con la diversidad de la naturaleza y la diversidad cultural.

Esta concepción hegemónica, naturalizada en los recintos de la educación y la política, adormeció en los repliegues de la conciencia social las ideas de que el ambiente se encuentra donde viven los seres vivos en relación de interdependencia; que el espacio geográfico tiene espesor y se desarrolla en función de los intereses comunes que escriben conjuntamente la naturaleza y la población; que el espacio donde vivimos se asienta en la trama de relaciones entre lo físico, lo biológico y lo cultural simbólico nutriendo, esa relación, una ética orientada a la preservación de la belleza y las potencialidades de la cultura .

Hoy cuando por doquier, desde los ámbitos cotidianos hasta en remotos lugares de nuestra azul casa común, estallan conflictos ambientales -catástrofes de toda  laya- que el poder  ligeramente insinúa como naturales, NOSOTROS venimos a manifestar: esas son expresiones de un momento de agonía y de  tiempos que se abren a lo nuevo e inédito, que son tiempos de CRISIS AMBIENTAL.

Desde el PENSAMIENTO AMBIENTAL LATINOAMERICANO, paradigma que nos nutre y en el que nos inscribimos decididamente como expresión de la confluencia de las ciencias de la Complejidad Ambiental, de la re-existencias de la cultura de los Pueblos Originarios, de la potencialidad de las culturas populares latinoamericanas, de la amorosa espiritualidad de la Teología de la Liberación y de los sueños movilizadores de los procesos de emancipación martiano, bolivariano, artiguista y de los actuales que se encuentran fecundando los suelos epifánicos de la región, decimos:

*Que la crisis ambiental es una crisis de civilización. Es la crisis de un modelo económico, tecnológico y cultural que ha depredado a la naturaleza y negado a las culturas alternas. Que la crisis ambiental es la crisis de nuestro tiempo. No es una crisis ecológica sino es una crisis social.

*Que esta crisis es el resultado de un visión mecanicista del mundo, trama conceptual de la ciencia de la modernidad, constitutiva de los núcleos fuertes de las disciplinas de los sistemas educativos desde el siglo XIX que, ignorando los límites biofísicos de la naturaleza y estilos de vida diferentes, está acelerando el calentamiento global del planeta.

*Que la crisis ambiental es una crisis moral de instituciones políticas, de aparatos jurídicos de dominación, de relaciones sociales injustas y de una racionalidad instrumental en conflicto con la trama de la vida.

 Esta acogedora tierra litoraleña, merece la impronta de búsquedas solidarias por la sustentabilidad y afanes pedagógicos por Ambientalizar el Currículo, en los tonos emancipatorios del Pensamiento Ambiental Latinoamericano, convocante de la participación activa y comprometida de convecinos, docentes, estudiantes, militantes sociales, con la decisión fraternal de  construir una huella identitaria con perfiles éticamente sustentables y ambientalmente latinoamericanos.

Vivimos tiempos  en los que amanece lo posible, desmantelando las certezas. Habitamos  las penumbras de un tiempo que deja de iluminar, agobiado por la lógica mecanicista de la insustentabilidad concentradora y excluyente, creadora del artificio del progreso indefinido. Aun en sus fases más progresistas ese crecimiento económico -antes en los supuestos del Estado Benefactor o ahora en los tiempos de vertiginosa dinámica de un modelo agrario para la exportación, centrado en el latifundio genético –jamás se cuestionó su propia veta depredadora y se amparó en la literatura de un Paradigma simplificador, guarecido en poderes disciplinares, políticos y científicos, desnaturalizando  la naturaleza y aniquilando  la diversidad cultural.


Como si fueran ecos superpuestos cada vez con mayor insistencia oímos hablar de las crecientes dificultades enseñoreándose de las conturbaciones de  la humanidad. Literatura de toda especie ahonda sobre los fenómenos del desencanto y la pérdida de referencias, así como del vacío de sentidos de una época condenada a ser presente perpetuo, labrando desiertos de violencias y exclusiones insondables. También, y no es menos cierto,  es frecuente escuchar en la panoplia de los mass media, a políticos e intelectuales adscriptos al triunfo inexorable de lo mismo, exaltar los valores de la civilización del consumo y del individualismo posesivo, cual unicato religioso universal, en el mismo movimiento cultural donde se desvanecen las significaciones del sujeto libre y autónomo.

Pero sobre todo, esta crisis, escrita con las gramáticas de múltiples fundamentaciones, en tiempos de pensamiento único  globalizado, es la crisis inevitable de la relación ciencia-tecnología, constituyente argumental de  la cultura del crecimiento indefinido, que también imaginó el sentido apolíneo de sociedades urbanizadas donde cristalizaría el apogeo de la cultura y el bienestar, pero en las que finalmente, como lo advertimos en todas las cartografías urbanas de los tiempos contemporáneos, las ciudades implosionaron configuradas como archipiélagos de pobrezas en torno a centros de “consumo conspicuo”, megaordenado por la liturgia de la lógica obscena del mercado, hipertrofiándose a partir de la llegada de los miles de refugiados ambientales, consecuencia innegable de este modelo agroindustrial del latifundio genético. Es una crisis civilizatoria  y particularmente, es la crisis hegemónicamente totalitaria en las últimas centurias, de un modelo de conocimiento y de una concepción sobre la cultura y el desarrollo.
Las teorías políticas y económicas, las concepciones pedagógicas y urbanísticas, las visiones sociológicas y culturales de esa cosmovisión, confluyeron sobre el territorio del pensamiento moderno, esclerosando modelos estatales y relaciones internacionales, generadores de infinitas desigualdades, injusticias y violencias. Así lo anuncian cotidianamente en  los medios de información de la región, de nuestro país y de todo el mundo, que más que informar sobre las noticias ocurridas, resumen un verdadero parte de guerra centrado en violencias inconcebibles, de muertes sin sentido, de guerras inacabables, de la sublevación de la naturaleza, de desencantos, de  felicidad ficticia  y ajena, estética  del consumo y la  banalidad.

En ésta, nuestra región, abrazada por el misterio del Río Paraná,   tierra solariega ubérrima de promesas, también podremos encontrar, cual si fuera un palimpsesto de complejo espesor, los signos irrevocables del lenguaje dominante y depredador. Pero también en su piel amorosa, aunque transida de heridas cinceladas por la desmesura productivista, podremos vislumbrar las claves para la reescritura con tonos ambientales, reutilizando los alfabetos dormidos de la cultura popular, de las grafías increíblemente reexistentes de cosmovisiones originales, intentando fraguar en la región la potencialidad de su saber, (reserva planetaria de lo inédito) los saberes azules, ligeros y complejos del revulsivo científico contemporáneo desde la Ley de la Entropía hasta ahora.
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            Ya es innegable que los tiempos de la geopolítica insustentable inscriptos en los discursos formalizados de la cientificidad y la dominación, como megaordenadores de la historia, el productivismo del espacio y la sacralidad de la verdad del conocimiento, están en los estertores del final. Por otra parte, el paradigma emergente, acunado por los afluentes de la complejidad y la interculturalidad, de lo ambiental y holístico, de la diversidad y lo inédito, de sinergias inconmensurables expresadas en grafías plurales, embellecidas de biodiversidad natural y potenciadas por los vientos de la diversidad cultural, dan cuenta de las luchas interminables de los pueblos de esta América irredenta, labrando   surcos fecundos en un suelo donde podrá arraigarse una historia más justa e incluyente. Una historia interpelada por la crisis ambiental abierta hacia las costas del saber ambiental donde fecunden los deseos incolmables de lo absolutamente diverso, inscriptos en una racionalidad sustantiva para reinventar otros mundos.

Es que el Paradigma Mecanicista a través del despliegue de sus aventuras científicas reduccionistas y la desmesura tecnológica de su maquinismo devorador, ha colonizado el mundo y depredado la naturaleza. Sus fundamentos son los que pretendemos desocultar y deconstruir. Todavía, como insinuamos más arriba, funcionan como el currículo oculto de la sociedad, la política, la educación, el desarrollo y la cultura. Esas ideas se encuentran detrás de todos los conflictos socioambientales que han asolado la región de Rosario. También esa concepción devastadora es la madre catastrófica de los desbordes del Río Salado que hace unos años inundó Santa Fe, que además se proyecta hacia el futuro  instrumentada mediante el urbanismo de las megaobras, como el puente Rosario/Victoria y los avances de la Hidrovía Paraná-Paraguay, provocando desolación en las islas y atentando contra la salud de los ecosistemas.

Esas miradas sobre la realidad están al acecho en el lenguaje cotidiano, han domesticado a la industria cultural y se constituyen en configuradoras de las tramas urbanas. Sus principios generadores que todo lo dividen,  todo lo separa,  todo lo reducen,  todo lo unidimensionalizan, todo lo abstractifican y externalizan están arraigados en la razón devastadora conocida como episteme moderna. Esas perspectivas lineales y mecanicistas constituyen la  impronta determinista todavía vigente en algunos abordajes sobre la Formación Ambiental, que, entre otras mutilaciones y silencios inagotables,  unidimensionó a la naturaleza y cosificó al espacio. Este totalitarismo discursivo desencadenó un espantoso holocausto epistémico, exiliando del saber a otros discursos alternativos y pensamientos diferentes, promoviendo sistemas educativos atomizados, aislados y enajenados de la Vida.

El saber científico mecanicista ha desencadenado una tormentosa relación con otros saberes, una relación fundada en un verdadero epistemicidio. La sacralidad científica de occidente no puede recomponerse en su derrotero de malversación de la otredad, pues su omnipotencia es el sino de su dominación y expoliación. Se ha constituido en hegemónico y, como dice el Manifiesto por la Vida, (documento del Pensamiento Ambiental Latinoamericano),  negando y excluyendo los saberes no científicos, los saberes populares, los saberes indígenas. Su omnipotencia se torna irremediable aún en la posible solución de conflictos ambientales por la omnipresencia y sobredominación del Derecho Positivo, núcleo perverso de la organización del sistema legal occidental, hoy planetarizado al conjuro de la ineficiencia de organismos como las Naciones Unidas y de los Estados Nación, hijos dilectos de una etapa histórica, el Iluminismo, ya hundida en los socavones de su disolución”.

Ante este escenario manifestamos que nuestra propuesta para la Formación Ambiental se inspira en la metáfora penelopeana de deconstrucción-construcción. Desmontar el aparato conceptual de la “Modernidad Insustentable”, desde los bordes del pensamiento ambiental, gramatizado en tonos de Ética  Ambiental, abierto a los territorios formativos de la Complejidad Ambiental, configurado por las pedagogías freireana de lo inédito y posible. Pedagogía de Otredades ante el colapso de las Pedagogías de las Certezas.

Son tiempos de bordes, donde confluyen agostados los afluentes de la ciencia reduccionista en su aleteo final y las incertidumbres de lo no pensado en las entrañas del Paradigma Ambiental, en aras de reterritorializar lo diferente y la diversidad, con las hebras poéticas y sustentables de lo inédito y creativo, para enhebrar un discurso que navegue por las aguas polisistémicas de la realidad y por los territorios de la complejidad ambiental.

            Deseamos fervorosamente hablar de estas cosas que vinculan estrecha y sinergicamente la Formación Ambiental y la articulan con todos los aspectos de la vida: el político, el social, el económico, el educativo y el cultural, a través de puentes ambientalizados en el plasma de la complejidad ambiental.
Si narramos la historia de la colonización del conocimiento  podremos entonces, solo entonces,  navegar por las aguas turbulentas de la Descolonización del Conocimiento y la Ambientalización  de la Formación y la Concientización en claves de Ética Ambiental, para reimaginar las ciudades como el OIKOS original, como la placenta protectora que acondicione el desafío de vivir, según la poética de Rimbaud, “la verdadera vida”.

 También nos proponemos recuperar la posesión del lugar, y  labrar los suelos fértiles donde se enraizarán los sueños y se reelaborarán las identidades múltiples; éste será el anclaje que fortalecerá la perspectiva histórica para agrietar la meseta árida del pensamiento único encarnado en el discurso vacío de la  globalización  que  desconoce lo local y mutila las diferencias. Es en los ámbitos de la lugarización extendida donde los sujetos reconquistaremos el enraizamiento con el ser ambiental para estar siendo una nueva época donde pueda abolirse la desposesión de sus sentidos existenciales generados en los barros contaminados por la hipertecnologización de la vida y la sobreeconomización del presente.

Ahí están los signos, cual graffiti epocal, marcando en la piel de la tierra y en las escenas ciudadanas, las rupturas y sinsentidos de sus más importantes artefactos culturales: la ciencia positivista, la filosofía, la naturaleza, la cultura, lo social, el mito, la ideología, la concepción de sujeto y las categorías de tiempo y espacio, salud y enfermedad, abundancia y escasez, riqueza y pobreza. Seguramente aquí en nuestra  región litoraleña de Rosario, también esos signos arden por doquier, urdidos en la febril imaginación de la codicia desarraigada, dispuesta a tragar, atragantándose sin saciedad, la laboriosa diversidad de su entorno natural y cultural, como la artificiosa pretensión de crear una Región Centro (Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos), funcional a la lógica de la maximización de los beneficios económicos y la desterritorialización del ser.

La crisis ambiental amplifica todas las resonancias. Se arraigan otras metáforas que vuelven a re-encantar a la humanidad y al mundo, se reinstalan en el pensamiento  las “anomalías” que expulsara el tribunal catedralicio del cientificismo. El crisol de las identidades múltiples, la repoetización de la vida, le devolverán el  verbo al sujeto para que pueda dialogar con la otredad y reconocerse con y en ella. La multiplicidad de tiempos incardinará en el magma fluyente para resignificar los paisajes y las narraciones identitarias de seres cuyas historias ahora tendrán hojas en blancos para escribir sus historias que se anuncian como de tiempos sustentables.

Los enfoques para ambientalizar la formación ambiental y el conocimiento se encuentran en las alforjas del diálogo de saberes. Se articulan en la Pedagogía Ambiental para “construir los inéditos posibles, aprender a repensar el pensamiento y a des-saber lo sabido” como estrategia fundante para reconocer el ser en la otredad y construir lo diferente desde el ser colectivo. La Educación Ambiental estará cincelada con los aromas de un nuevo proyecto civilizatorio. “Aprender es siempre aprender a conocer”, decía el filósofo. Y nosotros afirmamos que aprender es también “Aprender a Reaprender”, desde el estar siendo aquí.
Educación, Formación e Información Ambiental son los afluentes fecundos para reimaginar el conocimiento y reorientar los procesos de desarrollo, progreso y futuro, resignificándolos. La concepción de la complejidad ambiental se reapropiará del concepto de desarrollo arrancándolo del reduccionismo tecnoeconómico, contenido como una vulgata incontrastable en la liturgia de múltiples versiones socioeconómicas vigentes durante los últimos siglos y que, como dice Sousa Santos, conforman los cuatro axiomas de la modernidad insustentable, contaminantes del pensamiento, la economía, la política, la educación y hasta de la propia condición humana. El 1ª axioma es el de la hegemonía de la racionalidad científica e instrumental” que subordinó lo ético a lo jurídico y la justicia a la eficiencia productiva y consumista; el 2º axioma es el de la legitimidad sacralizada de la propiedad privada independiente del uso y función de la propiedad, degenerando en la cristalización del individualismo posesivo en detrimento de las relaciones humanas a favor de las relaciones con cosas; el 3er.axioma es el de la soberanía de los Estados y de la obligación vertical de los ciudadanos frente al Estado, de modo tal que la seguridad internacional y nacional convierten en falacia a la democracia; y el 4ª axioma es el del progreso indefinido, alimentado de crecimiento económico infinito potenciado por el aparato tecnocientífico.

Esta visión instrumental  característica del pensamiento único, construyó los caminos del conocimiento a través de una epistemología arraigada en tramas filosóficas fragmentarias, originadas en el platonismo y el cartesianismo-kantismo,  determinando en el imaginario colectivo y en las subjetividades,  los rumbos de la simplificación.

Por eso como dice Ángel Maya, “Todas las culturas en el momento de su ocaso sueñan con volverse sustentables. La crisis ambiental no está llamando simplemente a un acto de arrepentimiento, acompañado de un propósito de buena conducta. Es necesario repensar la totalidad de las formas adaptativas de la cultura desde la tecnología hasta el mito.

Afirmamos que la Formación Ambiental que postulamos es un campo en construcción. Su genealogía se remonta al viaje inaugural de la hominización y de la humanización,  y transcurre por todas las edades, aunque adquiere estatuto contemporáneo  con la percepción de la crisis ambiental. Dice Tonucci “la Educación Ambiental es la Educación”. Durante el último cuarto de siglo la EA ha recorrido una trayectoria signada por varias influencias conceptuales y políticas. Sus primeras manifestaciones estaban atadas al carro de concepciones dominantes diseñadas en el mundo desarrollado, particularmente miradas conservacionistas, y en el fondo representaban a las Pedagogías de las Certezas, de la sostenibilidad.

Desde este posicionamiento sostenemos que repensar la región que habitamos desde el Paradigma de la Complejidad Ambiental –acuñado por el pensamiento latinoamericano- aún aquellas cuestiones como la de habitar la cotidianeidad,  se conjugan en los mares de nuestros ideales emancipatorios que navegarán las  aguas de la desfundamentación de la Epistemología Gris de la Fragmentación, para  promover la exploración ecosistémica de la relacionalidad, recrear la hermenéutica desde la complejidad ambiental y vincular este proceso, en el mismo movimiento de deconstrucción-construcción, con la ética ambiental. Es una ideología de inclusión, de multiplicación, de  desconstruir para volver a armar nuevos mosaicos con las piezas desmanteladas colocadas en un nuevo todo.

Claro que se trata de un proceso histórico que supera la concientización ciudadana, aunque la involucra. Consiste, en definitiva, en refundar el pensamiento sobre la naturaleza y en repensar los modos organizativos de la sociedad, la producción, la política y las mediaciones culturales, especialmente urbanas, inscriptas en la naturaleza con los finos trazos de una autonomía-dependencia. Se trata de un humanismo concebido como una forma de antropología filosófica  para la cual el ser humano no sería el centro de la realidad, pero tampoco un mero invitado en el Banquete de la Vida, sino el que baraja autónomamente y vuelve a  jugar una y otra vez  en busca de las señales del azar. No se trata de una humanidad abstracta e impersonal, sino de una pluralidad de hombres y mujeres concretos, trascendentes en la misma inmanencia. El relativismo cultural acrecienta la “inconmensurabilidad” entre paradigmas. Pero la diversidad no niega la unidad, ni el cambio niega la continuidad, ni lo singular lo universal,  ni el azar la causalidad, ni la crisis el orden, ni la coyuntura el tránsito inacabable. No existe una condición humana determinada e inmutable, pero como arribos mínimos están las necesidades de los otros, la satisfacción de las necesidades propias y la reducción de los sufrimientos. Esa condición humana abreva el Humanismo Ambiental. Se opone tanto al relativismo devenido en nihilismo y al dogmatismo devenido en autoritarismo. Por lo tanto se trata de una obertura permanente con encuentros parciales y provisorios, en un avance continuo y en un absoluto inalcanzable.

La Formación Ambiental que imaginamos, debe descolonizar el currículo político, pedagógico, cultural y económico del neoliberalismo apelmazado por los discursos de la eficiencia, la competitividad y el mercado, con los que ha economizado el aprendizaje y cosificado al sujeto que aprende.
En Rosario y su Región  bregaremos por Ambientalizar el currículo oculto de la sociedad, la política y la educación con el objetivo de inscribir en la matriz del saber hacer en el orden local para que se impregne con los debates constituyente-instituyente de la confrontación epistemológica  y pedagógica de los tiempos signados, aún en los laberintos de lo microlocal, por la agonía de una concepción del mundo matriz de todos los sufrimientos y exclusiones y el nacimiento de otra mirada cargada con visiones integradoras, en sintonía con la vida y la sustentabilidad. Implica acercarse-apropiarse a/de las ciencias de la complejidad, de la revalorización de los saberes de los pueblos originarios y de las culturas populares y tradicionales.

O somos estrategas viajeros de  un éxodo permanente, o nos quedaremos en las arenas movedizas de las costas confortables de lo conocido y de lo mismo.

Y para empezar a redefinir ese viaje, en principio, deberíamos definir desde donde partimos para hacer el viaje y ese "desde dónde" es el concepto de lugar. El concepto de lugar ha sido caracterizado desde siempre. Sus tradicionales nominaciones están sustantivadas desde la lógica simplificadora, cuantitativa del Paradigma Mecanicista.

Reapropiarnos del concepto de lugar, como insinuamos más arriba, del lugar con espesor, del lugar como espacio vital y emancipatorio, condensación en movimiento del diálogo de saberes, se convierte como un desafío simultáneamente político y gnoseológico, inclusive para reimaginar desde otra dialógica local-global, otra globalización sensibilizada por la radicalidad de lo diverso. Reapropiarnos del espacio metafórico de lo complejo, para desandar su linaje euclidiano, para imaginar un lugar donde el movimiento y cambio en devenir escenifican la coreografía de un baile dibujada por la tectónica de placas. Reapropiarnos del espesor de los lugares para que se desplieguen en sus relaciones la erótica de la sonrisa. Un espacio con  espesor  geográfico y también sociológico, antropológico, soñador y amoroso.

Mucho más podríamos agregar.  Pero también podríamos decir como escribió Hölderlin: “Allí donde está el peligro, crece también lo que salva”.  Y también como nos legó  Prigogine,  no podemos tener la esperanza de predecir el futuro pero podemos influir en él. En la medida que las predicciones deterministas no sean posibles, es probable que las visiones del futuro, y hasta las utopías, desempeñen un papel importante en esta construcción. Hay personas que le temen a las utopías, pero yo le temo más a las faltas de utopías”.

Ambientalizar la Vida erradicará el sentimiento de  baldío que impera en la cultura del malestar permanente. Sopesar las señales difusas, muchas veces meros indicios, que se abren frente a nosotros para estar al acecho. Ambientalizar la Formación Ambiental en ámbitos urbanos, implica desbordarse hacia una construcción social. Significa imbricar en las propias prácticas los mestizajes sociales y culturales. Significa reterritorializar la Pedagogía y la Política en los campos umbríos del Paradigma Ambiental.

El reaprendizaje es un momento inaugural y también es un viaje interminable. Deberemos instalar el reaprender en los territorios de la desmesura; vulnerar las fronteras acartonadas de la razón instrumental e imaginar futuros cuyos lenguajes hablen la gramática poetizada de  la complejidad ambiental.

Esta contundente afirmación se abre a la textualidad de una reescritura de lo ambiental desde la historicidad latinoamericana, desde la saga humanista liberadora freiriana y martiana, desde aportes de los pueblos originarios y filósofos de la liberación y la multiplicidad de fecundas reflexiones-acciones que se despliegan desde los territorios educativos formales y no formales, cuya separatividad deberemos reformular, con un embuclamiento interdependiente y creativo.

 En definitiva, pensamos que, lo local es la otredad subyugada por la globalización, inexistente e inviable, lo negado y sistemáticamente desvalorizado por el Neoliberalismo Posmoderno. El sujeto construye en su lugar, el lugar es el hábitat espeso del arraigo, donde se diseminan los encantados sentidos de la vida, tejido con los fragores de la proxemia cotidiana y abrigados por la manta protectora de sueños entrañables y mitos colectivos.

Desde este marco conceptual, la “Escuela de Educación y Formación Ambiental Chico Mendes” aspira a arraigarse en las llagas abiertas en la piel de la tierra, de tierras lugareñas como la que habitamos en el sentido del habitus y el afecto, en la región santafesina y a orillas del Río Paraná, con el fin de expresar  la errancia depredatoria del pensamiento único, camino  sembrado con la pesadilla omniabarcadora del dominio y el pillaje, para que la modernidad  cumpla el designio borgiano de “ser lo que fatalmente es”. Las heridas abiertas  por la sobreeconomización de la vida y la  hipertecnologización de la cultura, licuaron vorazmente el tiempo de la Modernidad Insustentable, al punto tal que, según los teólogos neoliberales, así los interpretamos, terminó engullendo  los espacios de la diversidad en aras de un inquietante proceso goyesco, donde impera la desolada globalización y la inquietante e imperturbable novela de la cultura hegemónica.

Tenemos tareas pendientes y grietas propias desde las que partir. Re-escribir la Historia desde la interpelación nacida en la percepción de la crisis ambiental no es hacer una historia de la naturaleza o ecologizar la historia y la política. Es plantear la interpelación que la crisis ambiental le hacen a la historia, la economía y a la propia ecología. ¿De que hablaban cuando hablaban del ambiente o la naturaleza?
            Al respecto, Martí vinculó su propia visión de la naturaleza, en el plano político, con su lucha por la autodeterminación de los estados hispanoamericanos. Así, en “Nuestra América”, plantea que no hay “batalla entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la naturaleza”, es decir entre las Ciencias simplificadoras y mecanicistas de la Modernidad y la Complejidad de la Naturaleza, ignorada y mutilada por la lógica productivista de distinta laya política e intelectual.

Reimaginar la Historia de la Política y el Futuro de Latinoamérica, con el objetivo de proponer un proyecto político emancipador sugiere al menos tres grandes tareas pendientes en el plano del saber, la política y la audacia. Como primera medida, y fundado en la concepción interactuante y retroactuante del nuevo pensamiento, construir los procesos históricos en un diálogo simultáneo con nuestras contrapartes en otros lugares de la región, y en nuestras propias sociedades. “Esto tiene especial importancia toda vez que, en los comienzos del siglo XXI, la presencia de lo ambiental en nuestra vida cultural y política tiende a reproducir, una vez más, la visión dominante que proclama como natural –y no histórica, compleja e incierta– la reducción de la naturaleza a la condición de un conjunto de recursos a ser administrado con tanta eficiencia como sea posible en función de las demandas del mercado mundial.” (G. Castro). Vemos como se sigue disfrazando de visión platónica mucha discursividad “medioambiental”. Es hora, entonces, de reinstalar el pensamiento jonio en la reflexión ambiental, por ser éste, pensamiento de totalidad, pensamiento que antropológicamente recorre caminos de integralidad e interrelación, vinculando logos, phatos y  ethos  como partes de un mismo eje estructurante de la conformación social y subjetiva.
La reapropiación del saber y de la política en tensión dialéctica con los  nuevos sentidos de la diferencia, la diversidad y la participación. Conocimiento y Racionalidad Ambiental retroalimentados por las sinergias del diálogo de saberes. Una Educación Ambiental fundada en la ética solidaria en condiciones de reinventar la producción de sentidos para que las ciudadanas y los ciudadanos reasuman su destino. Una  Educación Ambiental que ampare y legitime la construcción de una nueva racionalidad ambiental para enterrar definitivamente la racionalidad productivista. Una Educación Ambiental que siente las bases de una nueva concepción del mundo y de la ciencia.

Repensar la sustentabilidad  y reconstruir la cultura para que la morada del hombre cobije a la vida, a todas las vidas. Nuestra  querencia es nuestro propio lugar, el lugar que habitamos, como símbolo de la complejidad y el misterio. Queremos morar en el lugar como sujetos que se van coconstruyendo en coevolución con la naturaleza. Construir nuestro habitat con el hábitus de la solidaridad y el encantamiento. Reerotizar la vida es poetizar lo humano en emergencia amorosa desplegándose en lo identitario del hábitat. Este espacio habrá de latir al conjuro del saber ambiental cuajado en la resemantización epistemológica de Leff y en la algarabía inescrutable por la reexistencia de los pueblos originales. Estamos siendo aquí la poiesis que rogamos nos impregne.

Desde Rosario, en la constitución de la Escuela de Educación y Formación Ambiental “Chico Mendes” –nacida desde el Pensamiento Ambiental Latinoamericano- expresamos a través de este manifiesto  que:
Las relaciones humanas no son de orden económico sino de solidaridad y cooperación
 La naturaleza y la sociedad están integradas en un sistema biocultural;
La necesidad de vivir bien deberá estar inscripta en la Región, en la revalorización de sus valores culturales e identidades múltiples;
Imaginar el futuro está asociado a la potenciación de su tríada territorio-cultura-biodiversidad, como una configuración holística y compleja, interdependiente con su Ethos en permanente construcción;
La diversidad es la clave de la vida;
Y que desde este lugar, plagado de interculturalidad, proponemos repensar la vida desde otras racionalidades, desde otros sentires para poder así repensar nuestros saberes y actitudes.

La recuperación de esos otros saberes y sentires conforma un campo estratégico de crítica y transformación radical, que constituye a la vez un espacio creativo y relevante para la sustentabilidad ambiental.

Reapropiarnos de la complejidad de la diversidad está en el mismo camino conceptual y político desandado por los sueños latinoamericanos de reapropiarnos de la naturaleza, en su naturaleza material y simbólica. En esa praxis se pone de manifiesto la cautivante convocatoria de la Educación Ambiental de matriz latinoamericana y caribeña tensionada por el clamor de “repensar el pensamiento y desaber lo sabido con el objetivo de construir los inéditos posibles.”

Este manifiesto que hoy convidamos comienza un viaje de permanente reescritura y reelaboración, que se irá enriqueciendo colectivamente a partir de la alegría que nutre los corazones militantes de quienes cotidianamente luchamos por la defensa de la vida de todas las vidas.



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